miércoles, 12 de mayo de 2010

Solos en la noche

Solos en la noche


Remises, camionetas y ómnibus mueven a nuestros hijos por la noche. Nos reemplazan. Esta solución, cómoda y a veces necesaria, diluye nuestro protagonismo. Y es más que un tema de seguridad. Reflexionemos juntos.


Cuando ve que nos ocupamos de él, recibe muchísima seguridad. Sabe que hemos hecho un esfuerzo porque él nos importa.La fiesta terminó y el panorama es el mismo de todos los viernes: cientos de chicos de entre 12 y 15 años invaden calles y veredas, celular en mano, mientras tratan de organizar a su antojo cómo volverán a casa.
¿Alguien pidió un remis? ¿Alguien? Diez chicos se acercan al mismo tiempo, nadie sabe cuál es el suyo y, como no puede ser de otra manera, alguno subirá en el remis equivocado. Y alguna se quedará sin vuelta.
A los organizadores, la situación se les escapa de las manos. Hacen lo que pueden. Alguna camioneta, montón de remises, ¿padres? Pocos, muy pocos. Uno que otro, embarcado en la misión imposible de meter en su auto a los diez chicos a quienes su hijo prometió que llevaría de regreso.

¿Qué nos pasa?

Soy el único papá que busca. Tengo un remis de súper confianza. Mi hijo me mata si me ven sus amigos en la puerta. Es bueno que vayan adquiriendo cierta independencia.
“Estas y otras muchas razones son las que nos dicen los padres cuando los convocamos para transmitirles que nos preocupa ver cómo sus hijos vienen y se van solos de la fiesta del club”, me cuenta Eduardo Oderigo, entrenador de rugby de chicos de estas edades. “Sin embargo –continúa–, estos chicos no saben tomarse un colectivo, ni ir a un dentista solos. Los buscan por el colegio, los llevan a las clases particulares, a un médico o a un entrenamiento”.
Nuestro hijo nos necesita en esos espacios en que se muestra distante. Por eso es bueno estar en sus idas o vueltas nocturnas.Por eso, se pregunta: ¿Cómo es posible que, en ocasiones, hagamos más de lo que podemos o debemos por protegerlos y, a la vez, dejemos nuestro lugar en un momento tan importante como la noche, exponiéndolos a situaciones que los superan? Su conclusión me deja pensando…
Más que seguridad

No quiero extenderme acá en los múltiples peligros que implica que nuestros adolescentes se muevan solos de noche. Van desde pasar un mal rato porque alguna patota los increpa, al desencuentro con su remis, que los obliga a esperar un largo rato y solos, en el cordón de la vereda, la llegada de otro, esta vez desconocido. Y, por supuesto, la exposición al alcohol y a la droga, por sólo nombrar algunos.
Historias amargas y más o menos cercanas, lamentablemente, conocemos todos. Pero aun en el hipotético caso de que estos peligros pudieran evitarse, creo que hay razones mucho más lindas y profundas para querer estar junto a nuestro hijo en sus primeras salidas.
Buscarlo por algún programa es una oportunidad excelente de conocerlo en una faceta diferente, ver cómo se desenvuelve socialmente y cómo regresa de una fiesta. Por lo general, está más suelto y conversador, podemos disparar un diálogo discretamente para que nos cuente qué vivió y cómo (o al menos un esbozo de eso). El momento es ese. A la mañana siguiente ya pasó, y mucho más si nos tuvimos que ir a trabajar o él al fútbol, y pretendemos “sacarle” algo a la tarde.
Si traemos otros amigos, la estrategia puede ser poner la música bajita y hacer de choferes, dejarlos que hablen. Conoceremos también a los amigos de nuestros hijos, sus vestimentas, sus modos, sus gustos y afinidades. Así, podremos conversar con otros padres, intercambiar inquietudes.
Buscarlo luego de una fiesta es una oportunidad para conocerlo en una faceta diferente, para ver cómo se desenvuelve socialmente y en qué estado regresa.Si la invitación es en una casa de familia, lo natural será bajarnos a agradecer y saludar, presentándonos con nombre y apellido. Muchos padres se extrañan al terminar una reunión en su casa, en la que quizás hubo cincuenta, sesenta chicos, y no vieron la cara de un solo padre. Con esta actitud, conseguiremos dos cosas muy importantes: les habremos enseñado a los chicos algo más sobre urbanidad y cortesía, y habremos roto, aunque sea en algo, ese carácter impersonal que tienen sus salidas.
Todos estos motivos pueden entusiasmarnos para que nos organicemos mejor y podamos estar en la vuelta tardía de nuestros hijos.

Ponerse de acuerdo

No es necesario que pongamos fin a nuestra vida social en función de los programas de nuestro hijo. Desarrollemos el ingenio para combinar ambas actividades. Quizás cada uno deba ceder un poco en materia de horarios”; tratemos de conversar con otros padres para turnarnos, busquémosle una solución, porque la hay.
Hay razones mucho más lindas y profundas que el miedo a la inseguridad para estar junto a los hijos en sus primeras salidas.Y si, en alguna oportunidad, tenemos que decirle que no puede ir porque no hay quien lo busque, o porque estamos demasiado cansados, es ya suficiente motivo. A veces tenemos pánico de hacerlo, pero ¡no pasa nada! Si ve que hicimos lo posible para organizarnos, lo entenderá y, si no lo entiende, soportemos su enojo, convencidos de que hemos hecho lo que nos parecía más conveniente para él.

Nos necesita

Reservé para el último lugar, a propósito, la razón que me parece más importante: nuestro hijo nos necesita en esas circunstancias, por más que se muestre distante o indiferente. Incluso con su provocación nos está buscando, y cuando ve que nos ocupamos de él, recibe muchísima seguridad. Sabe que hemos hecho un esfuerzo porque él nos importa. En definitiva, es una nueva manera de decirle: “Aquí estoy porque para mí sos muy importante y te quiero”. Simple y completo.


CREDITOS: Marcela Capatti
Asesora Familiar

miércoles, 7 de abril de 2010

Presentación 2010




ESCUELA DE PADRES
Colegio “Santa Bárbara”
San Martín 1051 – Tel. 4223009 .


“La familia es el primer espacio educativo por excelencia y el ámbito natural del amor. Pero para que sea una realidad concreta será necesario que los padres eduquen a sus hijos para convivir en la verdad y crecer juntos en el amor.”
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El Colegio enseña, las familias educan


Esta frase de Sergio Sinay llama la atención sobre la responsabilidad indelegable que tienen los padres de educar a sus hijos.
El Colegio al que asistan debería ser un compañero de ruta a cargo de la enseñanza intelectual, porque los verdaderos maestros de vida de los hijos son sus padres. Los maestros escolares asisten en aquellas tareas que escapan a la especificidad de lo familiar.
A los padres les compete la educación desde lo físico, lo psicológico, lo social, lo espiritual. Esto requiere de ellos una actitud frente a esta responsabilidad. Es la familia el único ambiente que puede ofrecer amor incondicional, intimidad y suficiente contacto para un correcto desarrollo de estas potencialidades.

DELEGAR LO DELEGABLE

La familia necesita de otros sistemas que le provean de servicios y objetos que le permitan concentrar su energía en sus funciones indelegables. El desarrollo de las potencialidades intelectuales de los hijos excede a la familia. Enseñar a los adultos del mañana requiere de maestros expertos en su área. El tiempo que le llevaría a una madre o a un padre adquirir esos conocimientos e impartirlos evitaría que se dedique a lo primordial de la educación, que no reside en materias, números o fórmulas.

UNA DANZA DELICADA

Los padres eligen el colegio para sus hijos. ¿Cómo hacerlo bien? Lo primero sería aclarar la escala de valores de los padres para saber qué buscan en materia de educación de sus chicos.
No menos importante es el conocimiento de su hijo o hija. La educación es un proceso individual. No todas las personas aprenden de la misma manera, al mismo tiempo. Conocer cómo aprende un hijo es la piedra angular para ver qué tipo de enseñanza va mejor con él.
Pero esto no significa que la responsabilidad de los padres en el plano intelectual acaba cuando el hijo entra en el colegio. Se vuelve una misión lograr un clima familiar que favorezca el estudio y la lectura, porque la mente humana necesita concentrarse para poder asimilar conceptos. Y esto cobra especial relevancia en una era de estimulación permanente que dispersa a las personas, y más fuertemente a niños y niñas en formación. Se debe entender a la educación como un proceso, y prestar atención al avance más que a los resultados. Si los padres atan el rendimiento intelectual de sus hijos a notas escolares, les están coartando la riqueza que encierra el amor por aprender. ¿Cómo pueden los padres participar adecuadamente en la vida escolar de sus hijos? Algunas ideas son avanzar en su propia educación; leer, interiorizarse en el día a día escolar de sus hijos, guardar sus diferencias con maestros y no transmitirlas a sus hijos para favorecer un clima de confianza; hacerse de tiempo para asistir a reuniones y actos escolares.

PADRES RESPONSABLES SE BUSCAN

El mundo actual plantea nuevos desafíos a padres y colegios. Reclama una educación que favorezca la auto reflexión. Los niños necesitan saber analizar información y llegar a conclusiones propias. Desde lo familiar será oportuno educar a los hijos para que enfrenten esta realidad imprevisible y sepan evaluar, criticar y tomar sus decisiones de acuerdo con ese compás interno de valores que se desarrolló en casa.
Tiempos difíciles exigen padres responsables. “Heroicos”, diría la autora americana Elisa Medhus. Hay que ser conscientes de que los padres educan, mientras los colegios enseñan. Ser capaces de delegar lo delegable, y nada más.

María Victoria Novaro

domingo, 8 de noviembre de 2009

¿Como formar delincuentes?

Algunos consejos sobre lo que no debemos hacer, para intentar educar a nuestros hijos. Suerte

1. Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que le pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.


2. No le dé ninguna educación espiritual, nunca le hable de Dios. Espere que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.


3. Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto le animará a hacer más cosas "graciosas".


4. No le reprenda nunca ni le diga está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.


5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes,... Hágaselo todo, así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.


6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero deje que su mente se llene de basura.


7. Dispute y riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño. Así no se sorprenderá ni le dolerá demasiado el día en que la familia quede destrozada para siempre.


8. Dele todo el dinero que quiera gastar, no vaya a sospechar que para disponer de dinero es necesario trabajar.


9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podría producirle frustraciones.


10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores, vecinos, etc. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarle.


Te invito a que reflexiones sobre estas palabras y me envíes tus comentarios.

Gracias.

Blog Educativo del Pedagogo Carlos Aguaseca. Problemas de Autoridad.

domingo, 13 de septiembre de 2009


La batalla contra mi "yo"
Por: Alfonso Aguiló

Para ser “señores”Combatir contra uno mismo es la batalla más difícil y, junto a ello, vencerse es la victoria más importante. Al intelecto corresponde regir la conducta humana, y esto constituye una pelea diaria contra todo lo que en nuestra vida debe mejorar, o contra lo que nos aleja de los objetivos que nos hemos marcado.
¿Pero no es poco natural eso de marcarse objetivos contra uno mismo...? No creas.
Sin excesiva formalidad, pero debemos conocernos un poco y tener claro cuáles son nuestros defectos dominantes para ir superándolos.
Debemos otorgar, en definitiva, a la inteligencia y a la voluntad ese señorío sobre todos los actos de nuestra vida. Repasemos unos cuantos detalles prácticos sobre señorío personal.

Señorío personal
Serenidad y equilibrio. Tiene múltiples manifestaciones en la vida diaria. Las personas serenas saben mantener la lucha en varios frentes sin azorarse, son capaces de tener dos cosas a la vez en la cabeza. No se vienen abajo cuando sufren un contratiempo.

Paciencia. Hay que aprender a esperar, a dar tiempo al tiempo. Como siempre, además, suelen ser precisamente los más impacientes y que más exigen a los demás quienes luego más transigen consigo mismos y con más facilidad justifican todo lo que hacen, incluso aquello que verían mal si lo hicieran otros.

Talante en la adversidad. Elegancia ante el fracaso o el triunfo. También es señorío saber hacer frente con elegancia al fracaso y al triunfo. No ser de esos que se les suben a la cabeza los primeros éxitos y se hunden luego al mínimo contratiempo. Si se viene abajo lo que estamos haciendo, hemos de ser capaces de volver a empezar sin nerviosismos o conservar la calma cuando todo va mal, y los demás pierden los papeles.
Quienes mantienen el aplomo y la entereza en circunstancias difíciles, tienen un especial atractivo humano, y los que no, dan pena. En cuanto algo no sale conforme a sus previsiones pierden su habitual buen talante y no hay quién les soporte.

Nobleza, lealtad. Señorío ante el agravio. Ser leal, mantener la palabra dada, no recurrir al insulto ante una afrenta, son también manifestaciones de señorío y clase humana. Igual que aprender a defenderse del inicuo agresor sin entrar en su sucio juego de injurias y de mentira, aún en su ausencia. Hemos de tener horror a la murmuración, que produce unos efectos demoledores en cualquier ambiente.

Dominio de uno mismo. Acostumbrarse a hablar bien de los demás, en cambio, es una costumbre muy recomendable. Todavía recuerdo con emoción el funeral de aquel amigo, excelente profesional, fallecido en un accidente de tráfico. Al terminar, uno de sus compañeros me decía: “mira, le tenía una gran estima porque sabía hablar bien de la gente; llevaba 18 años trabajando a su lado y jamás le oí murmurar de nadie”.

Control de la imaginación. A lo mejor empezamos a leer una página y tenemos que volverla a leer porque no nos enteramos de lo que dice por falta de atención. Quizá, ante algo con lo que soñamos, mostramos una inquietud grande, que raya en la ansiedad. O somos distraídos y fantasiosos, con tendencia al desánimo. Todas esas señales pueden ser consecuencia de la falta de un suficiente control personal de la propia imaginación. Una difícil batalla contra esa potencia humana que a veces se convierte en un enemigo íntimo que hace daño.
A todo el mundo le llegan momentos más o menos largos de desánimo o de pesimismo, y cada uno de nosotros debemos saber que no somos excepción. En muchos casos esas crisis provienen de un excesivo darse vueltas alrededor de uno mismo con la imaginación, y desaparecerían con un poco de disciplina mental, sabiendo orientar —como un guardia de circulación— esos pensamientos inútiles que a veces tanto estorban. Ese sano dominio sobre la fantasía y de la memoria será una protección ante los peligros del pesimismo, la tristeza y la vanidad.




Un sano olvido. Rechazo de la envidia. A cuántos les viene la tristeza por las rendijas de la envidia, porque se alegran de los fracasos de los demás y en absoluto sufren con sus dolores o preocupaciones. No les sucedería si cortaran de raíz cualquier asomo de desazón o de celos por esta causa.

Borrar el resentimiento. Otro de los peligros de ese mundo interior enrarecido del que hablamos es que sirve de caldo de cultivo de agravios y rencores de todo tipo. Es un ambiente cerrado donde a veces sólo se mantiene el recuerdo de las afrentas y de los desplantes. Hemos de aprender a perdonar y a olvidar, que son llaves de entrada a esa preciada paz interior.
Ante un enfado hay que preguntarse: ¿vamos a mantener en la memoria estas palabras de hoy que nos separan? Si alguien tiene una queja contra mí, si yo tengo una queja contra alguien... ¡vamos a olvidarla o vamos a arreglarla! Parece a lo mejor difícil, pero muchas veces la paz está en el olvido y en el mutuo entendimiento.

Orden. Otro punto importante es el orden en la cabeza, ser dueños del propio tiempo y de la agenda, tener un claro orden de prioridades en lo que hemos de hacer, no empezar siempre por lo que más apetece, o reviste una urgencia momentánea sin pararse a pensar si eso es lo más importante. El mundo está lleno de hombres perezosos que no paran de trabajar y de moverse...

“Sin prisa pero sin pausa” Oye, un momento, ¿cómo es posible eso? Es la pereza activa: hacer cosas constantemente, pero no las que deberían hacerse. Hay estudiantes que cuando tenían que estar estudiando despliegan otras grandes actividades, de por sí buenas, pero inoportunas; padres de familia que no paran de ir de un lado a otro cuando deberían estar con su mujer y sus hijos; trabajadores maniáticos que se entretienen en detalles inútiles dejando escapar lo principal de su tarea. Es la común tentación de hacer lo urgente antes que lo importante, lo fácil antes que lo difícil, lo que se termina pronto antes que lo que requiere un esfuerzo continuo.
Con un poco de orden se puede sacar tiempo para todo: el padre de familia para los suyos; el profesor, para mejorar su preparación; el trabajador empedernido, para su descanso y diversión; y todos, para su trato con Dios y para cultivar el espíritu. Es evidente que no se puede llegar a hacer en la vida todo lo que uno quisiera porque no hay tiempo. El problema es por dónde se recorta, y esa decisión no la debe tomar el capricho.



Escuchar la corrección. Otra gran cualidad del hombre sensato es saber escuchar la corrección del amigo leal. No ser de esos que sólo admiten adulaciones, que no se les puede decir nada. Que si, a solas y con caridad, un buen amigo les advierte de algún detalle que afea su conducta, jamás lo admiten o lo toman a mal. Son personas que parece que todo lo tuvieran que hacer bien por definición. Nunca reconocen su error, no se aplican aquello de que “de sabios es rectificar” y, en el fondo, son muy ignorantes por culpa de su cerrazón ante toda idea que no sale de su propia cabeza.
Por el contrario, debemos guardar un especial afecto y estima a las personas que alguna vez han tenido el valor necesario para advertirnos de algo que en nosotros no iba bien, y agradecérselo.

VIOLENCIA ENTRE ADOLESCENTES



El bombardeo sexual desata la violencia de los menores

Fuente: Semanario Alba (España 2009)


Coquetean con el alcohol y las drogas y hablan de sexo con sus amigos. Con 13 años, los niños y niñas españoles reciben desde revistas, series, películas y campañas gubernamentales mensajes que frivolizan la sexualidad, pero nadie les habla de responsabilidad, de límites ni de control. El resultado: una juventud que no sabe, o no quiere, discernir entre bien y mal.
En menos de 20 días, dos niñas de 13 y 12 años han sido amedrentadas, amenazadas y violadas en Andalucía. Sólo uno de los 13 implicados, de 22 años, ha sido sometido a la justicia adulta. Los otros 12, uno por ser discapacitado psíquico y el resto por no alcanzar la mayoría de edad, están ahora internados en centros de tutela o en sus casas, como si nada hubiera pasado.
Se les aplica la Ley Orgánica 8/2006, de 4 de diciembre, que regula la Responsabilidad Penal de los Menores, según la cual los menores de 14 años son inimputables - no responden ante la Justicia- y los menores de entre 14 y 18 años deben ser castigados de acuerdo con las penas establecidas en la ley, que nunca contemplan la cárcel.
Casos como el de las niñas violadas en Andalucía, la muerte de Marta del Castillo -violada y asesinada presuntamente a manos de un menor de edad- o la tortura y asesinato de Sandra Palo reabren siempre el mismo debate: ¿debe reformarse la ley?, ¿deben responder ante la justicia en casos de delitos graves como asesinato o violación, los menores de 13 años? Paralela al debate discurre casi siempre la misma reflexión de expertos: no se puede reformar la ley por casos concretos; no se debe legislar con la carga emocional que implican hechos tan trágicos y, sobre todo, no se puede buscar la solución a esta terrible realidad en un castigo de mayor gravedad, sino en la prevención de unas conductas incomprensibles en chicos de esa edad.
¿Cuáles son las causas?
Para tratar de prevenir y frenar esta violencia sexual en los menores hay que ahondar en las causas. Ya en 2008 la Memoria de la Fiscalía alertaba del aumento de la delincuencia juvenil y se refería a la "desestructuración de las familias", a la influencia de los "medios de comunicación que inciden en la adquisición de valores en los que la violencia es un recurso aceptable socialmente" y a la "ausencia de límites y control parental" como causas.
Señala también la "permisividad e inconsistencia de pautas educativas" y la "falta de transmisión de valores pro sociales", las "actitudes tolerantes y las reformas legales que socavan la autoridad de los padres en el ejercicio razonable de la necesaria corrección y sanción a los hijos" y recuerda que la cultura del todo vale, en ocasiones “incitadora o justificadora de la violencia”, está vez cada vez más presente en la juventud.
Además los menores viven hoy en una sociedad mediatizada por el sexo. Experimentan un auténtico bombardeo de mensajes que frivolizan las relaciones sexuales desde series de televisión, campañas de salud sexual, revistas adolescentes y un largo etcétera. El sexo se presenta como algo normal entre niños de 13 o 14 años. Se habla del preservativo, pero no de las implicaciones emocionales que supone mantener relaciones sexuales e incluso alguna revista ofrece pistas para gozar del «sexo sin compromiso».
Una juventud sexualizada y a la que no se ha inculcado responsabilidad ni autocontrol es caldo de cultivo para actos violentos. Si se añade que los menores consumen alcohol desde edades muy tempranas y consideran normal fumar porros, según señala la Fiscalía, empieza a entenderse que las páginas de sucesos se llenen de noticias como las de Huelva y Córdoba. En 2004 más de 200 menores (de 14 a 18 años) fueron condenados por delitos contra la libertad sexual; esta cifra aumentó en 2005, año en que la Fiscalía conoció más de 1.300 cuestiones criminales de este tipo. En 2007, últimos datos oficiales de la Fiscalía y el INE, 109 menores fueron condenados por los mismos delitos y se produjeron, en total, 1.500 agresiones contra la libertad sexual.




¿Qué ha llevado a esos chicos a cometer delitos tan graves?, se pregunta el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Arturo Canalda, en el diario El Mundo. "A lo mejor nos damos cuenta de que la falta de valores, la banalización de las relaciones sexuales y la violencia que día a día ven nuestros hijos en las series de televisión, el relativismo moral y la falta de atención por parte de los padres tienen algo que ver en todo esto", señala Canalda. "¿Qué ocurre para que los menores tengan valores tan dislocados?", decía el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, quien también apelaba a una mejor educación, pero que insiste en imponer una asignatura como Educación para la Ciudadanía, gran trivializadora del sexo. "A lo mejor es el momento de que, como padres y como sociedad en general, digamos basta ante tanto desatino. Las reformas legales vendrán luego", concluye Canalda.
Todos coinciden; ahora falta actuar.

domingo, 16 de agosto de 2009

El nudo en la sábana

Un joven profesional tenía una familia hermosa, pero su trabajo no le dejaba tiempo para ver a su hijo: salía de casa de madrugada, y al volver, éste ya se había dormido. Pero por muy tarde que fuera, el padre no dejaba de ir a la habitación del niño para darle un beso, aunque ya estuviera dormido. Y, además, para que él supiera que había estado allí, hacía un pequeño nudo en la sábana. Todos los días se repetía la misma historia: el niño despertaba, y vería el nudo en la sábana. Eso le llenaba de alegría, porque sabía que su padre no lo abandonaría nunca.
Cuando en el colegio de aquel niño se enteraron de la situación de este matrimonio, quisieron averiguar cómo era el rendimiento del niño. Resultó ser el mejor de su clase.